Escúchenme bien, hijos míos. No me queda mucho tiempo, y lo que estoy a punto de decir es importante.

Yo he vivido muchas cosas, y he hecho de todo. Cosas que otros sólo sueñan con poder hacer. Y entre todas esas locuras que he experimentado, me he dado cuenta que la vida es sólo una ilusión. Nada de lo que somos, o hacemos será algo que perdure.

Desde temprana edad se me inculcó la idea de que todo tiene su tiempo, y que algún día debe de terminar. Al principio no le daba la importancia que merecía esta idea porque no la entendía. Pero conforme fui creciendo, la fui entendiendo, y tuve miedo de que mis pensamientos no fueran verdad.

La juventud.

El dinero.

El poder.

Los ideales de los grandes de la historia.

La vida.

El mundo.

Este universo y los que siguen.

Incluso la oportunidad de una sola vida en todo el macrocosmos.

Todo tiene su tiempo, y algún día debe de terminar


Las personas creen que hay vida después de la muerte, debido a aquella naturaleza primitiva, que es el instinto de supervivencia. Se aferran a esa creencia por la esperanza de trascender. De dejar su huella en este mundo. Desafortunadamente esa idea es algo que todos desconocemos. No es ningún secreto que siempre busqué respuestas a este gran misterio. Esta noche por fin encontraré esa respuesta que he buscado todos estos años. Es una lástima que no pueda compartir mi último descubrimiento con el mundo.

Hoy me toca irme, pero ustedes se quedarán. Mientras estén aquí, aprovechen que están despiertos. Vivan la vida como ustedes quieran. Hagan lo que deseen porque ustedes así lo decidan, y así lo disfrutarán más. Háganlo ahora, porque mañana podría terminarse su tiempo.

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Ha llegado mi tren, y estoy ansioso por abordarlo, aunque no sepa a dónde me llevará. Algún día ustedes podrán abordar. Aún desconozco cuándo. Sólo me resta decir:

Hasta siempre, hijos míos